Siete palabras (VIII)

Un deleite, un placer, un gustazo, una gozada.

Esto es, para quienes amamos la literatura y las palabras, la lectura de En agosto nos vemos, la novela póstuma e inacabada de Gabriel García Márquez. Polémicas aparte, y como ha dicho en X la editora Lola Fisac, «si es cierto que leemos para ser felices, leer a García Márquez es la felicidad absoluta».

Hoy, en mi serie de palabras bonitas, sonoras, sugerentes, siete palabras del festín literario y palabrero que es En agosto nos vemos (Random House, 2024).

Bahareque
«El chofer la recibió con un saludo de amigo», escribe García Márquez al principio de la novela (pág. 13), «y la llevó dando tumbos a través del pueblo indigente, con casas de bahareque, techos de palma amarga y calles de arena ardiente frente a un mar en llamas». Bahareque o bajareque o bareque son voces de origen taíno que significan ‘pared de palos entretejidos con cañas y barro’. También, en Cuba, ‘bohío o casucho muy pobre y ruinoso’, y, con acepción muy distinta, en Panamá, ‘llovizna menuda que cae en sitios altos’.

Huipil de Mercedes Barcha y saco de García Márquez. (Foto: revista «Caras»).

Huipil
Procedente del náhuatl huipilli, la palabra huipil designa una especie de blusa adornada propia de los trajes indígenas en México y varios países centroamericanos. Ana Magdalena Bach, protagonista de En agosto nos vemos, compró un huipil de Oaxaca en una tienda de turistas y, ya en su habitación, «se duchó, se vio en el espejo tan bella y libre como la reina azteca que inspiró el huipil…» (pág 38). Me parece un detalle relevante que la hija de Ana Magdalena, Micaela —otra mujer libre a su modo—, vista el huipil de su madre en una escena de cierta importancia (pág. 79). Muy fan de los huipiles era Mercedes Barcha, mujer de García Márquez, según le contó su nieta Emilia García Elizondo a la periodista María del Mar Barrientos en 2021 para la revista mexicana Caras.

Conduerma
«¿No será por la conduerma de Micaela?», le pregunta Ana Magdalena Bach a su marido cuando este le dice que la ve distinta (pág. 50). Según el Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, conduerma se usa en Colombia con el significado de ‘tema fastidioso’, ‘lata’, ‘pejiguera’, acepciones con las que también circula en Canarias. (En las islas y en Venezuela es, además, sinónimo de ‘modorra, adormecimiento’ y de ‘lentitud’ o ‘tardanza’). Ya García Márquez había empleado este término al menos en tres obras, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada y Vivir para contarla. También en el título de un artículo aparecido en El País el 19 de mayo de 1981, «La conduerma de las palabras», en el que el autor colombiano contó cómo aprendió esa palabra a los cinco años de edad en casa de sus abuelos: «Cuando me empeñaba en conseguir algo con una cantaleta invencible de días y días enteros —como lo sigo haciendo de viejo—, mi abuela terminaba por reventar: “Carajo, esta criatura es una conduerma”».

Fieros
Hacer fieros o dar fieros significa en Colombia ‘ufanarse’, ‘presumir’ (Diccionario de americanismos, ASALE). Andrés Ospina, en su Bogatólogo: usos, desusos y abusos del español hablado en Bogotá, explica que hacer fieros implica una ‘forma de gesticulación empleada para provocar envidia en uno o varios individuos’. Gestos, palabras, otros sonidos…: en la página 57 de En agosto nos vemos, Ana Magdalena Bach, metida tan ricamente en el jacuzzi de su habitación de hotel, llama por teléfono al marido para decirle cuánto le echa de menos en ese preciso momento. «Fueron tan vívidos los fieros que le hizo», prosigue la narración, «que él sintió en el teléfono la excitación de la bañera».

Desgonce
«Sintió el desgonce de sus rodillas y se maldijo por el batir de su sangre en las venas y el fogaje imposible de su respiración» (pág. 62). A AMB las rodillas se le desgonzaron: es decir, se le desgoznaron o desencajaron o desarticularon. Gonce, que es lo mismo que gozne o pernio, procede del latín gomphus, y este del griego γόμφος gómphos, ‘clavo’, ‘articulación’, todo ello según el DLE.

Fogaje
En agosto nos vemos es una novela con mucho fogaje: no solo con mucho bochorno, sino también llena del ‘ardor que produce la pasión amorosa’. Esta segunda acepción es específica de Colombia. La misma palabra significa, en Honduras, ‘ardor fuerte de estómago’; en Panamá, ‘sofoco repentino y pasajero propio de la menopausia’; en Ecuador, ‘llamarada’; y en Venezuela, ‘fiebre de pocos grados’. De muchos grados, y distinta, es la fiebre que experimenta el personaje de García Márquez.

Trilla
Ana Magdalena Bach jamás olvidaría su segunda aventura, porque en ella encontró «la deflagración de un placer sobrenatural que le dejó en el vientre una trilla de fuego con tres días de compresas y baños de asiento» (pág. 72). Trilla: en Colombia y otros países americanos, así como en Andalucía, según el DLE, ‘tunda o castigo que alguien recibe, especialmente con azotes o golpes’, ‘zurra, felpa, pateadura’.

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NOTA: En otra entrada de este blog, de hace unos años, hablé de la emoción que sentí al ver una noche a Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias, allá por 1998.

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