—En Carbayín tenemos una máxima: entre amigos no nos damos les gracies —volvió a decirme hace poco mi amigo el escritor asturiano J. I. Pidal Montes—. Pa’ eso ‘tamos.
Y es que yo no había podido dejar de agradecerle el que se brindara a presentar mi librito Veinticinco de hace veinticinco en la librería La Buena Letra de Gijón, a principios de julio.
—Pidal, amigu —tuve que justificarme—, ¡que yo no soy de Carbayín!
Además de a Pidal, en las últimas semanas me he sentido afortunado por tener que expresarles mi agradecimiento a otras muchas personas.
Tres veces, al escritor Enrique García-Máiquez: por citar mi nombre junto a los de Trapiello y Montano al hablar de una «prosa adictiva, casi embriagadora, subyugante» en su blog de la revista Leer por leer; por su breve reseña de Veinticinco de hace veinticinco en el mismo blog; y por su delicioso artículo sobre nada publicado en el Diario de Cádiz a raíz de uno mío de Gazeta de la melancolía sobre el mismo tema.
Precisamente por Cádiz, y acompañado por otro texto de Gazeta de la melancolía en el que hablo de mi amor por esa ciudad, se dio un paseo hace poco mi amigo el joven escritor y periodista Jesús Jiménez Prensa. El resultado fue un breve relato en la revista FronteraD: en él hizo gala Jesús, como siempre, de su prosa y su mirada únicas. ¡Cómo no darle las gracias!
Más gracias
No soy de Carbayín, pero tantas historias de allí me ha contado Pidal, y con tan gran arte, que ya siento que es un poco como si lo fuera. Si acaso me falta…, eso, aprender a no ser tan empalagoso dando las gracias a los amigos.
Se las tuve que dar, y con mucho gusto, a Alfonso Moreira por dedicarle a Veinticinco de hace veinticinco su programa en Radio Malva, HardCuore, el 23 de junio. ¡Una maravilla!, con una preciosa selección musical que consiguió emocionarme. (Se puede escuchar en Spotify y en Ivoox).
También se las di al joven poeta Luis Bravo, que escribió en Melettea una aguda reseña de mi librito. No da nunca puntada sin hilo Luis, y tiene la rara capacidad de ver lo que otros no ven.
Muy agradecido le estuve, y le sigo estando, a la escritora Lola Mascarell, por publicar en su blog, Registro de ayeres, las bellísimas palabras sobre memoria, vida y literatura que pronunció en la presentación en Valencia de Veinticinco de hace veinticinco.
Finalmente, hace un par de semanas me vi en la grata obligación de darle las gracias a Fernando R. Lafuente, que me sorprendió al dedicarle a mi libro una reseña ni más ni menos que en su columna del ABC Cultural, La dolce vita.
La próxima vez…
Cuando estuve en Asturias a principios de julio, mi amigo Carlos nos llevó a Pidal y a mí a uno de los sitios más bonitos de la región que conozco (¡gracias, Carlos!): la braña de La Pornacal, en Somiedo, río Pigüeña arriba. En esa excursión, Pidal convidó a una suculenta bolla preñá del horno Doña Tina.
—Está deliciosa, Pidal, muchas gracias.
—Mira, Víctor, ya te he dicho muchas veces que en Carbayín los amigos no nos damos les gracies. ¡Pa’ eso ‘tamos, hombre!
A ver cómo hago la próxima vez…