De todo se aprende

NOTA: Lo cuento en presente, pero ocurrió hace un par de años.

 

Me avisa un amigo: en Iberlibro, el sitio web que agrupa a miles de librerías de ocasión, se ofrece un ejemplar de segunda mano de mi Gazeta de la melancolía, publicada hace unos meses.

Entro en Internet a comprobarlo y… vaya sorpresa al leer la descripción del ejemplar, de la que mi amigo no me había dicho nada. Además de indicar brevemente que se encuentra en muy buen estado, la nota informa de que el libro lleva «dedicatoria y firma del autor».

Siento pena y al mismo tiempo me hace cierta gracia. ¿Irritación, desencanto? No. Si me hubiera ocurrido hace, no sé, veinte o treinta años, me habría llevado un mal rato. Con los achaques y otras cosas, la madurez ha traído un poco más de tolerancia y comprensión, que vienen mezcladas, quizá, con algo de indiferencia. Tal vez la misma indiferencia que sintió hacia mi libro la persona que se ha desprendido de él.

¿Quién habrá sido? A la pena y a la gracia se impone la curiosidad. Gazeta de la melancolía, publicado por Libros Canto y Cuento, tuvo una tirada modesta, y las restricciones por la pandemia limitaron la promoción a dos o tres actos en línea. El número de ejemplares dedicados no fue muy alto. Es inevitable: repaso mentalmente varios nombres. ¿Lo habrá hecho X, por resentimiento? ¿Quizá Y, enojada conmigo desde que…? ¿O acaso Z, a quien puede que hayan aburrido las cosas de las que hablo yo en ese libro o la forma en que hablo de ellas? ¡Es tan fácil defraudar a otra persona, perder su estima, su interés o sus favores!

—Cómpralo —me dice mi amigo— y se lo envías a la persona que haya sido.

Ja, eso estaría bien. Sería como lo que le pasó a Luis García Montero hace mucho tiempo, según contó él mismo en algún sitio. Había ido a un pueblo, invitado por el ayuntamiento, a dar una conferencia o a leer unos poemas, no recuerdo bien. En la cena que siguió al acto, el concejal de Cultura le regaló un mamotreto de erudición local que reproducía viejos documentos del archivo, o algo así. A la mañana siguiente, antes de emprender el viaje de vuelta a casa, García Montero se deshizo del libraco. Unos días después, para su sorpresa, lo recibió por correo en su casa. «Adjunto tengo el gusto de remitirle», decía la carta firmada por el concejal, «el ejemplar del libro con que le obsequiamos la semana pasada, y que se dejó usted olvidado en una papelera de nuestra localidad».

Si yo le devolviera el ejemplar de Gazeta de la melancolía a la persona que se ha desembarazado de él, también lo acompañaría de una nota manuscrita. «Mira lo que me he encontrado en una librería de lance», le diría en ella. «No he dudado en comprarlo para hacértelo llegar con el ruego de que lo tengas a buen recaudo: ¡que quien que te lo haya birlado no sienta la tentación de hacerlo otra vez!». Me lo he pasado muy bien componiendo este mensaje, a sabiendas de que no voy a enviarlo.

Deportividad

La curiosidad me acucia. Aliada con nuestra adicción a las desilusiones, suele ser irreprimible. Por correo electrónico pido más información a la librería que tiene a la venta el ejemplar. La respuesta tarda en llegar solo unas horas: «Hemos localizado el libro en nuestro almacén. Le confirmamos la firma del autor y la dedicatoria. El nombre de la persona a la que iba dirigida ha sido levemente raspado para que no se pueda identificar. Por lo demás, el libro está perfecto».

Estoy convencido: tengo que comprarlo. ¡La persona en cuestión ha querido eliminar sus huellas! Creo que podré identificarla aunque el nombre esté borrado. Ya he dicho antes que no dediqué muchos ejemplares de Gazeta, y lo hice casi siempre personalizando lo que escribía en ellos. También quiero salvar este libro mío del arroyo. Con él podré ilustrar la anécdota cuando se la cuente a los amigos que vengan a casa.

Al cabo de unos días, cuando recibo el ejemplar, una sola lectura de la dedicatoria me basta para saber al fin quién ha sido. El raspado del nombre, por otra parte, no oculta la marca que este dejó en el papel al ser escrito. No, no se trata de X, de Y ni de Z. La persona que se ha deshecho de Gazeta de la melancolía es… W, a quien yo se lo regalé hace unas semanas.

Ni fastidio ni desengaño, no es eso lo que siento. De todo se aprende. Sobre la vida, sobre los demás, sobre uno mismo. Pienso: «Tendrá demasiados libros, no le cabrán en casa». Además, ya sé que no todo el mundo va a querernos. Y que mis libros solo van a gustarles a unos pocos. Acepto con una deportividad que a veces me sorprende a mí mismo el hecho de que incluso a personas a las que quiero y que me quieren no les interese lo que escribo.

Eso sí, ya he empezado a redactar la carta. «Querido W: No vas a creértelo. ¡Te han robado el libro que te envié! Pero has tenido mucha suerte: he conseguido recuperarlo. Como verás, he vuelto a poner tu nombre en la dedicatoria. El ladronzuelo tuvo la picardía de borrarlo, pero no lo hizo muy bien…».


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7 comentarios en “De todo se aprende”

  1. Pues ese o esa tal “W” no cometió precisamente un “crimen perfecto”, aunque él lo pensara. Supongo que, como mínimo, lo lo llevaría a una librería lejana de su casa. O, alomejor, pretendía ayudar a esa librería para que lo vendiera dos veces.

    Un abrazo

    Fernando

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  2. Si pienso bien, W quería que circulase y que alguien más disfrutara de tu melancolía o que, una vez leído el libro, no quería contagiarse. Si pienso mal, o simplemente soy más realista, es alguien que no lee sino aquello que selecciona, o incluso que dedica poco tiempo a la lectura. En cualquier caso, a mí me divertiría pasar a la acción. Las lucubraciones no realizadas dejan poso y ocupan lugar. Al menos, es lo que me ocurre a mí.

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  3. A mi me parece bastante triste la historia, también depende de la dedicatoria, si era personal o no. Tengo libros firmados por los autores y para mí eso les da un valor añadido. En el caso de conocidos y con una dedicatoria «personalizada» mucho más.
    Algún día tendré un libro firmado por ti…. si revendes este, avisa 😉

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    1. ¡Hola, Lola!, qué gran placer verte de nuevo por aquí. Muchas gracias por tu comentario. Cuando haya alguna ocasión de hablar en persona, que espero que sea a no demasiado tardar, te daré más detalles de esta historia… :-). Te regalaría este libro, pero es que quiero conservarlo, espero que lo entiendas. Un abrazo grande y mil gracias.

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