Una mañana en El Boalo

Era inevitable que habláramos y era inevitable que calláramos.

¿Cómo no callar, visitando hace unos días la casa familiar de Carmen Martín Gaite en El Boalo? Callar de pura emoción.

¿Y cómo no hablar, tratándose precisamente de ella? Fue una gran conversadora y en sus libros describió como nadie el placer de este juego: el de las palabras que se intercambian con gusto, con afición, casi con vicio.

Palabras y silencios

No podíamos no hablar, no: Patricia Caprile, amiga de la familia y vicepresidenta de la Fundación Martín Gaite, que nos enseñó la casa, fue cordialísima, muy paciente y generosa con sus explicaciones y sus respuestas a nuestras preguntas. Charlar con ella fue un regalo.

Tampoco podíamos dejar de guardar silencio. Lo hicimos al mirar las fotos de infancia y juventud de Carmen Martín Gaite diseminadas por la casa, de ella sola o con sus padres —don José y doña María, «Marieta»—, con su hermana Ana, con su hija Marta, con el que fue su marido, Rafael Sánchez Ferlosio.

Guardamos silencio también al contemplar las vistas de La Maliciosa desde el saloncito de verano. Al subir al apartamento que la escritora le pidió a su hermana que le acondicionara en el piso de arriba, cuando decidió volver a El Boalo después de varios años sin ir tras la muerte de Marta. Al caminar por la finca —esplendorosa de verdor en la mañana de abril— y acercarnos a la piscina en la que a Carmen le gustaba tanto nadar. Al visitar la torre en la que se ha instalado su biblioteca, catalogada con esmero por el profesor José Teruel y por Patricia.

Y guardamos silencio al asomarnos al pequeño dormitorio de la planta baja en la que Martín Gaite pasó sus últimas semanas de vida, en junio y julio del 2000.

Emociones

Íbamos alternando silencios y palabras. Comentarios, exclamaciones, recuerdos, preguntas. Emociones.

Como la emoción de ver el aparador de madera de castaño con finas molduras negras que se describe en El cuarto de atrás, procedente de la casa de los abuelos maternos en San Lorenzo de Piñor, en Orense. O la emoción de encontrar una imagen de nuestra autora que nos pareció inusual, en que se la ve muy bella y elegante.

Patricia nos habló de la independencia de Carmiña y de su sentido del humor. Del día en que se inauguró la escalera de acceso exterior al piso de arriba: de cómo la escritora, siempre un punto teatrera, salió sonriente a la terraza para recibir a sus invitados, congregados en el jardín. De lo que decía de los dos enormes carteles que tenía colgados enfrente de su cama —primeros planos de los rostros de Greta Garbo y de James Dean—: «La Garbo es el equilibro y James Dean el caos. Yo intento mantenerme en medio, no caer durante mucho tiempo en lo uno ni en lo otro». De sus paseos solitarios hacia la ermita de San Isidro. Del hombre del pueblo que probablemente se enamoró de ella…

Y de la gran satisfacción de saber que tantas jóvenes, en los últimos años, se han puesto a leer los libros de Carmen.

También nos habló mucho de Ana, de Anita. De su vida, de sus ideas, de su gusto por las obras, las reformas, las mudanzas. De su energía y su determinación.

Lo que permanece

Cuántas anécdotas nos contó Patricia, y qué bien hablaba. Daba gusto oírla. Sonreía, explicaba, matizaba. Escuchaba. Yo no perdía detalle, pero al mismo tiempo pensaba en la tristeza de las pérdidas. ¡Haber conversado tanto y tan a gusto con esas dos amigas y ver ahora vacíos el salón de invierno y el comedor de las sobremesas interminables!

Pensaba yo también en el mutismo de los muebles quietos, de los cuadros, de los libros, de las fotos, de los dibujos, de las figuras, de las vajillas, de los demás objetos. Pensaba en las cosas que se quedan y las cosas que se van.

Hablando y en silencio, pensaba en todo lo que permanece aun después de haberse ido.

 

NOTAS

– Muchísimas gracias a Patricia Caprile por su generosidad, su simpatía y su conversación durante la visita a la casa familiar de Carmen Martín Gaite en El Boalo.

– El Boalo es un pueblecito madrileño de la sierra de Guadarrama. Para visitar la casa que el padre de Carmen Martín Gaite mandó construir allí en 1960 hay que solicitarlo a la oficina de turismo del ayuntamiento de El Boalo-Cerceda-Mataelpino: turismo@bocema.org.

– En la casa tiene su sede la Fundación Martín Gaite, de cuyo sitio web proceden las fotografías que ilustran mi texto. (Salvo la foto de la escritora, que es la única que tomé yo durante la visita).

– Ya antes, en otras entradas de este blog, he declarado mi admiración por Carmen Martín Gaite: https://victorcolden.es/tag/carmen-martin-gaite/.

2 comentarios en “Una mañana en El Boalo”

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