La Antoñita (homenaje a Galdós)

«Hay mucha gente que se queja de vicio. ¡Me cago en la leche! Toda la vida tirada en el suelo fregando… Bien me lo he ganado, el pan. ¡Ay!, me faltan mis padres, me faltan mis hermanos. Ahora me iré a mi casa y se acabó… Y ya, si te he visto, no me acuerdo».

Hago tiempo en una cafetería de Fuencarral. Con el cuaderno abierto, me dispongo a tomar unas notas para un texto de homenaje a Galdós. A mi espalda, muy menuda y arrugadita, la anciana habla sola, o para el camarero, un chico joven que a veces le responde.

«Niño, ¿me he llevado hoy ya el pan? ¡Ah, sí, que no me lo llevé porque me regaló una barra la vecina! Menos da una piedra, je, je… A mí me conoce todo el mundo. Voy a la Plaza de España y dicen: “Ya está aquí la Antoñita”».

«Me voy a ir. ¿Qué hora es? Después te tiras metida en casa todo el día… Ahora me tomaré un descafeinado calentito y ya me voy».

«Niño, ¿no me tienes que poner nada ya? No creo. ¿Y por la tarde qué voy a merendar yo, eh, chico? ¿Unos croasancitos? Pues vale. Eso no se estropea, ¿no?»

Además de mi café, le pago al camarero el segundo vaso de leche y la tostada que acaba de servirle a la señora. Él se lo dice y ella me da las gracias, ceremoniosa y con una gran sonrisa. Intento volver a mi artículo sobre Galdós, pero es imposible, y en vez de eso escribo al dictado el monólogo de la viejita, que habla con acento andaluz.

«Ahora me iré para mi casa, ¿no? Me faltan los seres queridos. Sí, los de Alemania me llaman. Pero no es lo mismo. Se fueron y…, como dice el refrán, si te he visto no me acuerdo. ¡Qué pena de vida! Oye, niño, ¿llevo los bollitos? Ah, sí. ¿Y le he dado las gracias a este señor? Ah, sí, que ya se las he dado».

«Qué vamos a hacer, la vida es así, unos se van y otros vienen. Tener hermanos para que estén todos por ahí… ¡Me cago en la mar! Qué pena de vida… A mí antes me gustaban los roscones, ahora no. “Ya viene la Antoñita”, dicen cuando me ven en la Plaza de España».

«Me voy a ir… Oye, chico, ya le he dado las gracias a este señor. Ha tenido un detalle muy bonito, de los que ya no se ven. ¡Qué pena!, yo que tantos hermanos tengo, y al final, ¡solita!, como si no los tuviera. Están por ahí, por Málaga, por Ceuta y Alemania. Que Dios me dé salud. Oye, me llevé yo pan, ¿no? Yo es que si me falta pan… ¡Cómo me gusta el pan! Aquí por lo menos te distraes un poco, pero en casa…: el canario. Por eso me quedo aquí, porque estoy más sola que la una».

Y este es mi humilde texto de homenaje a Galdós. (Gracias, Antoñita).

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