Ha llegado el otoño, y alguna tarde de viento y de lluvia nos va a apetecer quedarnos en casa degustando una copa de vino… y unas cuantas palabras.
Aquí van siete, en una nueva entrega de mi colección de palabras bonitas.
Creo que las otras veces escogí palabras más variadas, pero en esta ocasión se ha notado la influencia de la seronda.
Seronda
«Llega la seronda con su carro lento y su lluvia mansa», ha escrito bellamente en alguna parte mi admirado Xuan Bello. En asturiano, seronda significa, entre otras cosas, ‘estación del añu que ta ente’l branu y l’iviernu’ según la definición de la Academia de la Llingua Asturiana. La seronda… Precioso nombre para el otoño. Del latín serotinus, ‘tardío’, de donde también procede el adjetivo serondo, que puede aplicarse a un fruto para indicar que ha tardado en madurar más tiempo del habitual.
Cascabullo
Me la regaló mi amiga Puri hace un par de años: la palabra cascabullo, que la RAE da como sinónimo, en Salamanca, de cascabillo en su acepción de ‘cúpula de la bellota’. Es decir, el capuchón o gorro o cáliz o boina que cubre el extremo superior y más grueso del fruto de encinas, robles, rebollos y otros árboles. En algunos sitios, como en Peraleda de la Mata (Cáceres), se empleaba para silbar soplando en su parte cóncava. Más información sobre el uso de esta palabra en Extremadura, aquí.
Boira
Boira o boria: ‘niebla’. Término de origen incierto, según el DLE, pero hay diccionarios del catalán —lengua en la que tiene el mismo significado— que dan como etimología el latín borĕas, procedente del griego boréas: ‘viento del norte’. En gallego, no recoge la palabra la Real Academia Galega, pero sí el Estraviz (¡gracias por la información, Belén!): «poça que forma a chuva nas sementeiras», «névoa pingona». En su novela Letanías de lluvia, el escritor Fulgencio Argüelles habla de una «boira glacial», según descubro en la base de datos CREA de la RAE.
Cuatremuz
Misteriosa palabra, que no he conseguido localizar en diccionario alguno ni en Internet. La empleó Álvaro Cunqueiro al menos un par de veces. «Gastaba capa de cuatremuz», escribe en El caballero, la muerte y el diablo, «y la ancha ala del sombrero, amolecida por la lluvia, le caía sobre la frente». Y en Los siete cuentos de otoño: «Se embozó en su cuatremuz el letrado…». ¿Término quizá de origen francés, italiano, provenzal…? ¿O se lo inventó Cunqueiro? Como homenaje al maestro mindoniense, lo utilicé yo en uno de los textos de Gazeta de la melancolía, el titulado «Caminos de la tarde».

Asubiadero
Asubiar o asubiarse significa, en Cantabria, ‘guarecerse de la lluvia’, y un asubiadero es el lugar en el que puede uno asubiarse. Recibe también este nombre, y el de santuco, un tipo de humilladero característico de Cantabria. Lo explica muy bien, y lo ilustra con numerosas fotos, el sitio web La Cantabria burgalesa. Para saber más de la lluvia en Cantabria y de sus asubiaderos, véase el artículo que Marcos Pereda les dedicó hace unos años en Eldiario.es. (Esta palabra se la debo a mi tío Jaime, cuya curiosidad intelectual no tiene límites, y que ahora se ha aficionado a la caza de vocablos raros en el tumbaburros de la RAE).
Nefelibata
Nefelibatas del mundo: ¡uníos! Nefelibata: ‘Dicho de una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad’. Formación culta del griego nephélē, ‘nube’, y -bátēs, ‘que anda’.
Remusguillo
«…y de pronto un remusguillo y allí estaba el poema», escribe Muñoz Rojas refiriéndose al momento en que sintió la intuición de una idea para ponerse a escribir. (Le agradezco la cita a Michel F.). Remusgo significa, según el diccionario académico, ‘barrunto o vislumbre que se tiene por algún indicio’ (de remusgar: ‘barruntar o sospechar’), y en algunas partes de España, ‘inquietud, anhelo, ansia’ y ‘dolorcillo, dolor leve, dolor sordo’. También ‘viento tenue, frío y penetrante’. Como el que ha empezado a soplar esta tarde, la tarde del día de San Miguel, en el rincón de Castilla desde el que escribo.