«Van a ser días, lo estoy presintiendo, de desajustes anímicos. De búsqueda, de incertidumbre, de confusión».
Escribí esta frase en un cuaderno el martes 21 de julio de 1998, hace más de veinticuatro años. (Tenía yo 31).
Qué espejos tan raros, nuestros viejos cuadernos. Nos asomamos a ellos con imprudente ingenuidad, confiando en reconocer la imagen que van a devolvernos. Pero el tiempo no ha pasado en balde por su lámina brumosa, ni por nosotros. Y los leemos con sorpresa, entre enternecidos y abochornados.
«Melancolía del verano que avanza». (21-8-98)
«Diego, recostado en el sofá, mira muy concentrado los dibujos de sus cuentos, mientras Sofía va de un lado para otro en el tacataca, arrasando». (16-9-98)
«Mi voluntad de prosa desfallece». (9-11-98)
Conservo en casa más de noventa libretas y cuadernos, todos los que he ido usando desde que tenía catorce años. Ocupan, en doble fila, tres estantes de la librería del salón. De vez en cuando saco uno al azar. ¿Qué busco en él, qué encuentro? Nombres de personas, lugares, reflexiones, anécdotas. Viajes, canciones, libros, películas, proyectos, entusiasmos, jeremiadas, frustraciones. Momentos de soledad o de alegría, y una imagen más o menos imprecisa del que fui.
«Hace unos días soñé con papá. Yo le abrazaba llorando y él me consolaba» (5-1-99).
«Qué más da. Me da igual todo. No creo en nada». (12-2-99).
«María Luisa me dijo ayer que tenía tres objetivos en la vida: ser actriz, vivir en otra ciudad y tener un huerto. Le dije que yo no tenía ningún objetivo. “Sí lo tienes”, me respondió, “tu objetivo es escribir”. Me apresuré a desmentírselo». (15-3-99).
Ayer volví a pasar un rato hojeando uno de mis viejos cuadernos. ¿Qué vi en su azogue picado? El pálido reflejo de la vida —de mi vida—, de todo lo que luego cambió o acabó por desaparecer. Y el reflejo de otras cosas que han pervivido a duras penas. Como la manía de la escritura, de fijar en unas páginas el paso de los días. (Ella tenía razón).
«Miedo a que termine esta felicidad» (31-3-99).
Ella tenía razón, si.
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Me resistí todo lo que pude, Araceli. 🙂
Muchas gracias por leerme y por tu comentario. ¡Un abrazo!
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Tiene que ser bonito, en vez de mirar fotografías, leer pensamientos de toda una vida.
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Es bonito, sí, Lola. Y un poco extraño. Muchas gracias por tu comentario.
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Y ser el notario de todo lo que pasa. Qué bueno haber cumplido tu objetivo sin proponértelo.
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Muchas gracias, Pía, por leer mi texto y por tu comentario.
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[…] entrevista, inspirada por una reciente entrada de mi blog, puede escucharse en la web de RTVE y en […]
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