Legados

Dicen que hoy es el Día del Padre. Por eso he querido reproducir aquí un texto de Gazeta de la melancolía en el que hablo de algunas de las cosas que me dejó mi padre, fallecido en 1988, y de algunas de las cosas que dejaré a mis hijos.

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Legados

Algunas cosas que heredé de mi padre:

La maqueta de un velero con un tesoro escondido en una bodega secreta.

Una flauta de pico barroca de la casa Moeck —diseño de Friedrich von Huene sobre modelo de Jean-Hyacinth-Joseph Rottenburgh— comprada en el Real Musical el 28 de febrero del 81.

Una colección de libros de poesía: Borges, Benedetti, Neruda, Vallejo; Caballero Bonald, Ángel González, Rafael Montesinos… En prosa, todo el boom hispanoamericano.

Su diario de cultivo de bonsáis, con unas cuantas fotos y algunas anotaciones («A veces la vida es un poco terrible»).

Algunos enigmas.

El comentario sobre mí que le había hecho a una compañera de trabajo, y que esta me contó en su velatorio: «¡Lo ha leído todo!».

Un maletín negro, ancho, rígido, compacto, que nunca he podido abrir porque no conozco el código, aunque creo que está vacío.

Cierto sentido de la justicia social.

Una caja de elepés con la obra completa de Telemann para flauta. El concierto y el quinteto para clarinete de Mozart. Casetes de los Rolling y Miles Davies, de los Calchakis y Pink Floyd, de George Harrison y Maria del Mar Bonet. Un single del PSP —La internacional— de 1977.

El reloj de plata que compró en San Telmo, la vez que fue a Buenos Aires, en el reverso de cuya tapa mandó grabar sus iniciales, que son también las mías.

La mirada de un adolescente melancólico en la galería de orlas del colegio de San José, en Valladolid.

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Algunas cosas que legaré a mis hijos:

Una foto de los abuelos de Málaga y una foto mía de niño con mi padre, al que no conocieron.

Demasiados libros: de Galdós y de Stevenson; de Machado, de Azorín y de Cunqueiro; de Delibes, Camba y Pla; de Cervantes y de Benítez Reyes. De Manuel R. Martín.

El amor a la montaña, a los bosques, al silencio.

Mi modesta colección de alfarería: el cántaro de Garganta la Olla, el platito de Talavera, las escudillas de Nájera, los azulejos de Valencia, la jarra de Cangas de Onís y la jarra de Toledo.

La voz de Enrique Urquijo y la voz de Antonio Vega; la voz de Leonard Cohen.

Algún que otro enigma, inevitablemente.

La devoción por los hermanos Marx.

El caleidoscopio que me regaló mi hermana Lola y el caleidoscopio que compré en Asturias.

Varias bolsas llenas de casetes: los Jam y Style Council, Madness, Lambrettas, Aztec Camera; Psychedelic Furs; La Mode, Gabinete Caligari, Los Elegantes…

Muchas libretas llenas de anotaciones obsesivas. La duda de a qué se debía esa pasión por la lengua española.

La aversión a la arrogancia y la lección de estar siempre del lado de los débiles.

La foto de un chico y una chica de veinte años que los miran desde un remoto verano en el norte: chubasqueros, zapatillas de suela de goma y un precioso cielo gris.

Y una maqueta de barco, un maletín negro, una flauta de pico barroca, un reloj de plata traído de Buenos Aires…

De Gazeta de la melancolía (Libros Canto y Cuento, 2020).

NOTA: En este mismo blog (aquí y aquí) publiqué hace tiempo sendos fragmentos de Inventario del paraíso y de Veinticinco de hace veinticinco en los que también hablo de mi padre.


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8 comentarios en “Legados”

  1. Jo, muchas gracias por esta preciosa entrada en tu blog. Me has hecho pensar, reflexionar… en hacer lo mismo con lo que mi padre me dejó, o con lo que mi madre me va a dejar, o con lo que yo misma le voy a dejar a mi hija. Creo que es algo muy bonito. Hace poco tuve que vaciar la casa de mi madre y todo eran recuerdos de mis padres, y de mi infancia, pero no podía guardarlo todo, y muchos me decían que lo tirara, que eran trastos, que mi casa era muy pequeña. Pero esos «trastos» son trocitos de vida que, de pronto, un día te hacen recordar momentos pasados, evocar sentimientos, y a veces también te hacen sonreír y entender…

    No te conocía, pero el viernes por la tarde, en la Feria, mi hija compró un libro en la caseta en la que tú firmabas y le regalaste un barquillo. Me hizo gracia, y me entró curiosidad por saber quién eras y qué escribías. Ahora, después de leer esta entrada, creo que me «atreveré» a leer alguno de tus libros, por ver qué descubro. ¿Cuál me recomendarías para empezar?

    Un saludo

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    1. Muchas gracias por tu comentario, María. Me alegro de que te haya gustado este texto. Entiendo lo que dices: eso de tirar cosas que han formado parte de nuestra vida, que nos siguen uniendo a las personas de nuestro pasado (que a menudo está muy presente), es muy duro, muy difícil.

      ¡Ah, tu hija! Sí, creo que sé quién es. ¡Qué maja! Ver a chicas y chicos de su edad tan apasionados por la literatura me resulta siempre muy gratificante.

      Pues te agradezco el interés, por supuesto. Creo que todos los escritores responderían a tu pregunta recomendándote sus últimos libros, y… yo haría lo mismo (la semana que viene llega a las librerías mi último libro, «La cinta verde», que es un libro de relatos en torno al amor), pero, por lo que has escrito en tu comentario acerca de recordar y entender cosas del pasado, creo que te recomendaría «Veinticinco de hace veinticinco». O bien «Gazeta de la melancolía», el libro del que procede este texto, «Legados». En fin, puedes entrar en la página de mi sitio web que tiene la lista de mis libros y ver las sinopsis, a ver cuál te puede interesar más: https://victorcolden.es/libros/

      Mil gracias de nuevo por tu interés y por tu mensaje, María, con un cordial saludo.

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