La señal

Hoy, 17 de agosto, cumpliría años mi amigo el poeta Manuel R. Martín (1967-1997).

Mi muy querido y nunca olvidado amigo Manolito, que se fue demasiado pronto. Durante la licenciatura en Filología Románica, que cursamos juntos del 85 al 90, y después, ¡cuántas risas y conversaciones compartimos, cuánta pasión por la literatura!

En recuerdo de Manuel, y para rendirle homenaje, publico aquí uno de sus mejores poemas, La señal, que quedó fuera de la antología póstuma publicada en 2006 por la editorial Point de Lunettes: Poesía (1984-1997).


La señal

Salir del portal y detener la tarde,
toda sosiego en su mirada, para entregarla completa
al hijo. Tender la mano, carne común,
no como el vigía soberbio que decide el camino,
sino gozoso servidor, leve apoyo,
para alcanzar el claro en la Dehesa de oro y pinos
donde el niño reina, donde sus juegos invisibles
deshacen las horas.
De vuelta llevar contra el pecho el peso jadeante
de un dios rendido por la fatiga.
Ya todo de noche. La brusca luz del portal
apagándose les roba a mis ojos.

Con tan breve materia he de crear el recuerdo,
una cálida insistencia en la tiniebla de la muerte
que acuda con emoción a detener la tarde
como entonces. Apenas un saludo,
una señal para el solitario que leía en la ventana,
nos unió un tiempo en la misma calle, ya insalvable.
Gestos callados conforman la rosa de la vida,
se cruzan y se aprietan en un centro que no sabemos.
Pero frente a la muerte exigen las palabras,
un último rayo que nos demore, la música ardiente
que nos haga aceptar la inutilidad del jardín.

Contra el horizonte estéril que todo lo abarca,
dibujos cansados, torpes voces, animales de memoria herida,
sombras somos en la pantalla de una lámpara olvidada.
Y a su luz, ¿quién puede ya leer, todo de noche,
si el hombre no vuelve desde la Dehesa de pinos negros
con su saludo de oro para el solitario?

Mi muerte será el fin del mundo: nada podrá permanecer
sin los ojos que lo fijaron con inquietud enamorada.
La muerte ajena levanta de nuevo el mundo,
lo agolpa contra el contorno de esa ausencia.
Pero nada puede perderse.
                                                   Aún en su eternidad,
el niño sale a otras tardes olvidadamente
apoyado en el padre. Algo ha de decirle
que hubo una lámpara y un lector detenido
sin saber quién recibe su señal imprevista.

Manuel R. Martín (1996)

 

NOTAS:
• Agradezco a la madre de Manuel, Petra, y a su hermana, Soledad, la autorización para reproducir aquí este poema.
• Si no me equivoco, La señal solo se había publicado antes en el programa de mano del acto de homenaje a Manuel que se celebró en el Ateneo de Madrid el viernes 23 de junio de 2006.
• A Manuel le dediqué en mi Gazeta de la melancolía los textos titulados «Jacarandas» y «Huele a junio«.

2 comentarios en “La señal”

  1. Me ha emocionado, casi sin pasar por la cabeza, no sé cómo pero sus palabras, aun leídas apresuradamente, me han puesto un nudo en la garganta, un antílope en la garganta que dice una amiga mía, también poeta.
    Gracias, Víctor.

    Le gusta a 1 persona

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