Sal en la memoria

Sal en la memoria, de próxima publicación, es un libro que combina textos de Gabriel Aúz y fotografías de Jorge Meis, conformando una novela de gran fuerza poética y visual. Reproduzco aquí el prólogo que he tenido el placer y el privilegio de escribir para este libro, con la esperanza de contribuir, aunque sea mínimamente, a que haya muchos lectores que disfruten con sus relatos y sus imágenes.
(Más información: https://www.salenlamemoria.com/ y https://www.facebook.com/salenlamemoria).

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Prólogo de Sal en la memoria, de Gabriel Aúz y Jorge Meis

Por Víctor Colden

Hay que atreverse, merece la pena: echar sal en las heridas, aunque ya hayan cicatrizado; echar sal en los recuerdos… “Por mucho que escueza”. Y es que el libro de Gabriel Aúz y Jorge Meis es un libro de valientes para valientes. ¿O no hace falta valor para afrontar el pasado? Y para mirar la luz del día, que tal vez sea irreal.

Deseo de volar
(Fotografía de Jorge Meis, «Sal en la memoria»).

Casi al principio de Sal en la memoria, vemos a un niño “volando” por el agua, y el narrador cuenta cómo aprendió a bucear, fascinado por el fondo marino. Quienes osen sumergirse en este libro, ¿qué encontrarán en sus textos y sus imágenes, en esa atmósfera de sueño y salitre que van tejiendo? De todo, porque allí está el mundo entero: la infancia, los besos, la amistad, las ilusiones quebradas; muchas dudas y turbación, la filigrana de las nubes y el olor metálico del peligro. Más algunas de esas enseñanzas que la vida nos regala para que no olvidemos que es posible vivirla con dignidad.

Sal en la memoria es la historia de una iniciación, el testimonio de un náufrago, la crónica de una estancia en el infierno. (Un infierno que era también, extrañamente, el paraíso). En un alarde de coraje, el héroe supera las pruebas y escapa del laberinto. Muchos años después, regresa para reconstruir lo perdido y hablarnos de quienes desaparecieron en las revueltas de la vida. Y lo hace con la serenidad de haber alcanzado costas de aguas más tranquilas, “aunque la memoria, rebelde, se empeñe en traer al presente restos del naufragio”.

Horas de tinieblas
(Fotografía de Jorge Meis, «Sal en la memoria»).

Es este uno de esos libros de sutil y poderoso magnetismo a los que quiere uno volver en busca de nuevos detalles, de pistas que en una primera lectura se le pasaran por alto. Querrán, pues, los lectores demorarse otra vez en las preguntas que formulan las fotografías de Jorge Meis, y en las historias que cuentan, que son las mismas —y no lo son— que las historias del texto. Esas fotos están hechas…, ¿hechas de qué? De sal y de hierro, de bruma y de olas, de la misma incierta materia, y delicada, de la que están hechos los sueños. Fulguraciones en la memoria que iluminan la presencia persistente de lo ido.

Volverán también los lectores a perseguir significados en las palabras de Gabriel Aúz. A recorrer sus relatos, que aúnan anécdota, lirismo y fina disección de los movimientos de un alma, de su desasosiego, de su búsqueda inquieta. Con la potente linterna de su prosa, ha descendido el narrador al fondo submarino de su vida, y a nuestra vista ha ido desplegando el tesoro rescatado: personas, momentos, lágrimas, miradas… Y palabras de esas que, tantos años después, siguen brillando en la oscuridad.

Castillos en la arena
(Fotografía de Jorge Meis, «Sal en la memoria»).

Han levantado los autores en Sal en la memoria el mapa de un territorio mítico: el barrio y el mar de la juventud perdida, que siempre vuelven. (Aunque no sean los mismos). Audaces cartógrafos de la memoria, de ese país de leyenda. Así que quienes decidan zambullirse en el laberinto de nostalgia que propone este libro de rara intensidad, que lo hagan avisados, porque se requiere una clase particular de osadía para intentar entender lo vivido.

Pero hay que atreverse, merece la pena: tomar aire y sumergirse en la poesía de los textos y las fotos de Gabriel Aúz y Jorge Meis. «¿Me va a doler?», puede que alguien pregunte, «¿escocerá?». ¡Es la vida! Al salir del agua, con la pena y la maravilla aún en el corazón, los ojos llenos de una luz viva y sombría, sigamos siendo valientes: tomemos otro puñado, y sin pensarlo…, ¡más Sal en la memoria!

1 comentario en “Sal en la memoria”

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