¿Será posible escribir y al mismo tiempo pasar desapercibido? ¿Escribir sin que se lo vea a uno mucho en lo que escribe (o nada)?
He cargado mi pluma nueva con un cartucho de tinta gris. Gris claro.
No puedo evitar la sensación, cada vez que escribo con ella, de estar escribiendo algo parecido a una confidencia.
O una carta: al leer lo que voy escribiendo en gris, tengo la fantasía de que podría ser una misiva que alguien —¿yo mismo?— me envía desde el año…, no sé, 1817 o 1832.
No hace falta que pasen los siglos por lo escrito con tinta gris: ya nace envejecido, con esa palidez y esa elegancia que le dan a la escritura los muchos años.
Pluma nueva
Mi nueva estilográfica es de latón dorado. Es una pluma muy pequeña, pero cuando se ensamblan sus dos partes, el cuerpo alcanza un tamaño normal. La punta del plumín, de iridio, es fina.
Esta pluma y la tinta gris le incitan a uno a la grafomanía. (Como si le hiciera a uno falta…). Le incitan a borrajear y a desleír lo que va borrajeando.
«Borrajear»: ‘escribir sin asunto determinado’, ‘hacer rúbricas, rasgos o figuras por mero entretenimiento o por ejercitar la pluma’.
«Desleír»: ‘disolver algo especialmente sólido o pastoso en un líquido’ y —ojo— ‘atenuar notablemente la expresión de una idea o pensamiento’.
Escribir con tinta gris es como hablar a sovoz.
Después de llenar en gris unas cuantas páginas de mi cuaderno, volver a hacerlo con tinta negra me resulta enfático, estridente. Me da la sensación de estar gritando.
¿No será la escritura más delicada si empleamos tinta gris?
A veces, el trabajo estilístico que uno se propone consiste en eso, en intentar adelgazar el estilo. En hacerlo más tenue, más sutil. En estilizarlo: hasta que no se note. (Y de paso, si es posible, desleírse uno en él).
Todo eso parece más fácil con mi pluma nueva de latón gracias a su plumín de punta fina y al cartucho de tinta gris. Qué rasgueo tan placentero sobre el papel, al ir trazando palabras que no dicen gran cosa.
Un escondite
Me gusta, a veces, escribir con un lápiz bien afilado. Normalmente lo hago con tinta negra (uso bolígrafo, estilográfica o rotulador). De vez en cuando —muy de vez en cuando—, escribo en azul. Cuando llega el otoño, meto en una pluma un cartucho de tinta marrón para dibujar en mi cuaderno la palabra «melancolía».
Ahora prefiero la tinta gris.
Para poner por escrito las hesitaciones, la incertidumbre, la perplejidad —y los matices de cualquier idea o sentimiento—, será mejor hacerlo en gris.
O para escribirse uno una carta a sí mismo, desde el pasado o desde donde sea: tiene uno que tratarse siempre con cierta cortesía. Sin contemplaciones, pero delicadamente.
Escribiendo con tinta gris, ¿podré esconderme (también de mí)? ¿Podré atenuarme, sutilizarme, refugiarme en el gris?
Me gusta la idea desleírse, en cualquier color.
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Es bonita, sí, ¿verdad? Sugerente… Muchas gracias por tu comentario, Lola.
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